Los beneficios del agua de mar van mucho más allá del rendimiento deportivo. Como veremos brevemente, contribuye al bienestar y a la prevención de enfermedades y por tanto es recomendada para todos los públicos.
Nuestro cuerpo se compone hasta en un 70% de agua, pero se trata de un líquido interno de fuerte mineralización (9 gramos de sales minerales por litro). Por eso son saladas nuestras lágrimas y sudor, el agua que filtran nuestros riñones, la que expelen nuestras glándulas, la que circula por nuestras venas y la que forma nuestros depósitos linfáticos.
El agua de mar contiene cloro, sodio, magnesio, azufre, calcio, potasio, boro, flúor… así hasta llegar a 78 minerales en su forma biodisponible. Además, la composición del agua de mar isotónica (rebajada su salinidad a un cuarto) es idéntica a la de nuestro plasma sanguíneo, con los mismos minerales y en su exacta proporción. Por eso es la manera más natural de mantener nuestras reservas de minerales en su nivel óptimo.
Un estudio de la Universidad de Alicante en 2012 pone de manifiesto que el agua de mar activa el sistema inmunológico ejerciendo un efecto protector reforzando el organismo ante virus, bacterias, bajas defensas y otros patógenos estacionales.
Entre los minerales que contiene el agua de mar se encuentran algunos con conocidos efectos antioxidantes e inmunomoduladores probados científicamente como el selenio, el magnesio o el zinc.
Una investigación de la Universidad de Kanazawa (Japón) ha demostrado que el agua de mar puede ayudar a superar algunas de las enfermedades más comunes en la sociedad contemporánea, como enfermedades cardiovasculares, diabetes, obesidad y problemas de la piel.
En esta misma línea apunta un estudio de la Universidad de Daegu (Corea del Sur), que mostró la relación entre el consumo de agua de mar como complemento alimenticio y la reducción de los niveles de glucosa en sangre, siendo por tanto eficaz en la lucha contra la obesidad y diabetes.
Lejos de ser un producto milagroso, el agua de mar es un excelente complemento para recuperar o mantener nuestros niveles óptimos de minerales, muchos de los cuales escasean en la mayoría de dietas de las sociedades modernas.
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